
"DISCÍPULOS Y MISIONEROS DE JESUCRISTO PARA QUE NUESTROS PUEBLOS EN ÉL TENGAN VIDA".
1. ARGUMENTO
Los obispos de América Latina y El Caribe enmarcan todas las realidades que viven los pueblos, y nos recuerdan que todos como discípulos misioneros estamos llamados a participar en la misión evangelizadora de la iglesia, irradiando la alegría de ser portadores de la Buena Nueva, pero teniendo presente la realidad que se nos presenta y que afecta al mundo entero; por ello debemos sentirnos interpelados a discernir los signos de los tiempos. Los verdaderos y auténticos discípulos misioneros debemos mostrar claramente el rostro de Dios en todos los lugares y ambientes, igualmente debemos trasmitir la alegría y satisfacción de ser discípulos y misioneros que anunciamos el evangelio de Jesucristo, educando en la dignidad humana restablecida por la gracia de Jesucristo en su entrega total; gastando su vida en bien de los hermanos, dando gusto a la tierra y alumbrando al mundo; enseñando con su ejemplo y testimonio a vivir como la verdadera familia de los hijos de Dios.
El propósito de esta V conferencia de los obispos Latinoamericanos y de Caribe es mostrar al mundo un continente de esperanza y amor, manifestado en la religiosidad popular de los pueblos y, sobre todo, en la Eucaristía, fuente del amor. También expresan la vocación de los discípulos misioneros, llamados a la santidad, que se alcanza sólo en seguimiento de Jesucristo y su configuración total con Él como maestro y por la gracia de Espíritu Santo, que nos impulsa a anunciar el Evangelio y la cercanía de Reino de Dios. Para alcanzar a plenitud esta configuración con Jesús debemos vivir en comunión eclesial en todo lugar donde cumplimos con la vocación a la que hemos sido llamados.
El discípulo misionero debe tener un encuentro con Cristo, teniendo una espiritualidad sólida, trinitaria y mariana, buscando los espacios propicios para tener ese encuentro íntimo con el Señor. Igualmente, debe ser formado integralmente pasando por cada una de las etapas de la formación para que sienta la necesidad de anunciar a Jesucristo en la misión, ante todo debe recibir una formación permanente en la iniciación cristiana para que siempre esté unido a Jesús, además, es importante tener acceso a una catequesis permanente, que se empieza a recibir en la familia, primera escuela de fe; en la parroquia, en las pequeñas comunidades eclesiales, en los seminarios y casas de formación y educación católica. Los discípulos misioneros deben de estar al servicio de todos los hombres y mujeres no olvidando su preferencia por los pobres y los que sufren enfermedad, pues este fue el ejemplo del mismo Jesús; debemos estar al servicio de la vida, rechazando todo acto que atente contra ella, debemos atender la familia, los jóvenes, los niños, los adultos y los ancianos; debemos defender la dignidad de las mujeres, maltratadas hoy en nuestra sociedad, debemos evangelizar la cultura buscando el bien público, y ante todo buscando caminos de reconciliación y solidaridad para todos.
2. OPINIÓN PERSONAL.
El gran impulso misionero que desea despertar esta v conferencia de los obispos Latinoamericanos y del Caribe en los discípulos del señor Jesús, nos debe hacer tomar conciencia de la urgente necesidad que tienen muchos pueblos latinoamericanos y caribeños de conocer a Jesucristo, su palabra de vida y el testimonio con obras de los que ya lo conocen y han tenido una experiencia con Él. Todos somos discípulos y misioneros de Señor, por tanto le debemos cumplir la tarea que nos ha encomendado de evangelizar hasta los confines del orbe a todas las personas sin distinción alguna, teniendo una opción preferencial por los pobres, insisten repetidas veces los obispos, anunciando el evangelio a toda cultura, prestando el servicio con amor entrega y con la alegría que debe caracterizar a un discípulo misionero, portador de la Buena Nueva de Jesucristo.
Los obispos nos interpelan a todos los bautizados, no solo a los sacerdotes, diáconos y personas consagradas, sino a todos los laicos a hacernos consientes de nuestra condición de discípulos misioneros de Cristo que debemos contribuir con la misión evangelizadora de la Iglesia en el medio en el cual nos encontramos para acercar a los hombres al conocimiento del Dios de la vida y a su misterio Trinitario y llamados a guardar la unidad que Cristo nos mandó.
Para construir el continente de amor y esperanza que la conferencia propone es necesario unirnos todos, asumiendo tareas pertinentes en la sociedad, haciendo presente a Dios en muchos lugares en los cuales está ausente y por tanto desconocido, pero también luchando por el bien común, siendo consientes de la necesidad de evangelizarnos primero a nosotros mismos. Sin embargo son muchas las situaciones lamentables que viven los pueblos de Latinoamérica y el Caribe, lo describen claramente los obispos como rostros sufrientes que nos duelen (N- 8.6), por ello la pastoral de hoy debe ser renovada, debe tener una conversión a la luz del evangelio de Cristo, pero también conservando la riqueza de la religiosidad popular de nuestros pueblos que de una u otra manera nos ayudan a acercarnos a Dios y su Hijo Jesucristo.
Otra labor importante de los discípulos misioneros es despertar en los fieles un amor profundo por Cristo y por su Iglesia a través de una pastoral fecunda y con las catequesis pertinentes que susciten en los fieles el deseo de santificación y de amor por la Eucaristía, especialmente el domingo, día del Señor, además debemos ser custodios de la fe en nuestros pueblos latinoamericanos, teniendo presente que el conocimiento de Jesús debe ser el fin último de todo hombre, especialmente de todo bautizado, y que una fe verdadera debe conducir a ello junto con las catequesis bíblicas para que el discípulo esté encarnado en Cristo y tenga la fuerza de anunciar al mundo entero, hasta los confines del orbe; que sólo Él salva y devuelve a los hombres todas las gracias que se pierden por causa de los pecados de los pueblos.
Para construir la patria de hermanos que Dios y la Iglesia quieren es indispensable mostrar a todos los hombres el verdadero rostro de Cristo, sembrar la semilla de la fe en el corazón de todo fiel creyente, pero ante todo reconocerlo como el misionero enviado del Padre y que ha venido para que todos los pueblos en Él tengan vida, y la tengan en abundancia. El rostro de Cristo lo vemos en el rostro de tantas personas que sufren por la violencia que viven muchos de nuestros pueblos Latinoamericanos y del Caribe, por el hambre que padecen, por los niños que son maltratados, por la mujeres que son desvalorizadas. Pero nosotros, hombres portadores de le fe y la esperanza cristiana debemos ser anunciadores de la vida nueva que nos trajo Jesucristo. Como dijo el papa en su homilía inaugural de la conferencia: “el más rico tesoro del continente Latinoamericano es la fe en Dios amor, que reveló su rostro en Jesucristo”. Por esto los discipulos misioneros del Señor estamos llamados a atender los desafíos del mundo en el fiel cumplimiento de nuestra vacación bautismal para hacer crecer esa fe en Dios y el amor, la esperanza y la entrega a Jesús, enviado del padre porque sólo un discípulo enamorado del Señor puede renovar el mundo, sin duda todos debemos sentirnos promotores de la nueva evangelización de los pueblos y responsables del cambio que se debe dar a la pastoral.
No olvidemos el papel de María Santísima en la tarea de la misión. Ella fue la primera en llevar la Buena Nueva a los hombres, ella sigue hoy alentando por la intersección ante su hijo a los discípulos misioneros a cumplir en la compleja tarea de anunciar a Jesús en las diferentes culturas; no olvidemos que en María nos encontramos con El Padre, El Hijo y con Espíritu Santo por ser Ella le elegida del Padre para engendrar a Jesucristo, el Verbo hecho hombre.
Nos queda a nosotros, discípulos y misioneros de hoy, hacer realidad el deseo de la Iglesia, representada en los obispos Latinoamericanos y caribeños, de fundar un mundo de esperanza y amor, donde se pueda convivir en paz y tranquilidad, donde todos nos llamemos hermanos, donde Cristo sea el Señor, y la celebración de los sacramentos sea el motor que mueve a los hombres a amarse unos a otros. En el momento en que nosotros mostremos al mundo nuestro testimonio del encuentro con Cristo y nuestra buena voluntad para contribuir en la construcción de un mundo mejor, estaremos dando un paso importante para iniciar en la tarea que nos queda después de conocer este documento.
Concientes de todos los medios que tenemos hoy y que los podemos utilizar para la evangelización, hagamos de nuestro medio un espacio, un sitio de ejemplo para los demás y preocupémonos de la necesidades del otro que sufre, que es mi hermano, que es parte de mi familia. La angustia, sin duda, de muchos hombres de hoy es que no tienen quien le diga una palabra de aliento, no hay quien los haga sentir importantes, y lo más grave no hay quien les comunique la existencia de un Dios Padre que se preocupa por todos sus hijos.
Que el Señor Jesús y su Madre santísima se queden con nosotros y nos ayuden en esta tarea compleja y difícil, pero que tendrá su recompensa en el cielo, y que por medio de ella alcancemos la santidad, vocación de todo discípulo misionero del Señor.
LUIS IGNACIO SÁNCHEZ QUICENO.
Propedéutico 2009.